“¿Qué hace un hombre que llega al borde del precipicio, que tiene vértigo? Instintivamente mira lo más cercano. Uno lleva su mirada al escalón siguiente, hacia un pilar o hacia un objeto fijo, para no ver el resto.” (…) “Tomar el partido de las cosas es también eso (…) Uno mira atentamente la piedra para no ver el resto. Ahora, ocurre que la piedra a su vez se entreabre, y se vuelve también un precipicio” (…) “Cualquier objeto, basta con querer describirlo, se abre a su vez, se vuelve un abismo, pero se puede cerrar, es más pequeño; uno no puede cerrar el agujero metafísico, pero tal vez la manera en que se cierra la piedra valga para el resto terapéuticamente. Hace que uno siga viviendo unos días más.”
Cita sobre Ponge, “Tentativa oral”[1]
“¿Qué cura tiene la vida?”
Se pregunta Daniele al comienzo de la serie, al despertar en una institución de salud mental en la que fue internado de manera involuntaria, sin recordar cómo llegó.
El protagonista narra lo que vive en una semana de internación, día por día, pasando por momentos de desesperación, enojo, angustia, desamparo, pero también de profunda emoción, amor, amistad, alivio…
“¿Por qué nadie ve que somos livianos como plumas? Basta un soplo de viento para hacernos volar.”
Algo ocurre cuando comienza a poner en palabras su sufrimiento y a contar con otros… Otros de los que al principio intenta diferenciarse, para mantenerse del lado de los “cuerdos”, los “normales”, pero en pocos días se encuentra entre ellos, ni tan lejos ni tan cerca, los ayuda, lo ayudan, se deja acompañar.
Los médicos también forman parte de la trama, cada cual con su posición, un poco afuera, un poco adentro, de ese lugar al que nadie quiere llegar, pero que una vez allí es difícil dejar. Será porque algo hizo comunidad, lazo, transferencia, otro amor posible, algún encuentro con la ternura, con otros, que permita hacer de la vida un lugar más habitable, menos sufriente. Será porque cuando algo se detiene, no es fácil volver al mundo, que parece ser el mismo de siempre, pero subjetivamente no lo es.
Daniele comienza a poner en palabras su sufrimiento, también por escrito. El recurso de la escritura y el lugar de la poesía, se vuelven nuevas condiciones de posibilidad para poder elegir, en un mundo lleno de angustias y ofertas de objetos de consumo que la taponen, otro camino.
“Estoy lleno de ausencias”
Hacerle un lugar a la angustia, a las ausencias, a través de un lazo posible con los otros, hacerle un lugar al amor, al arte, a algo que permita, aunque sea por momentos, crear algo distinto.
Algo queda resonando al ver esta serie, que en algunos capítulos se vuelve espesa, difícil de seguir, lenta, pero al atravesarla aparece la ternura, el humor, las relaciones entre varios, que, al fin y al cabo, tiene algo en común: “todos quieren salvarse”.
No hay tanto espacio para historias como esta, que se toman su tiempo para ser narradas, escapando al ritmo rápido y vertiginoso de la época. ¿Será que las series y películas apocalípticas en las que siempre aparece un héroe que sabe cómo salvar al mundo, son más taquilleras?
¿Pero qué pasa cuando lo que está en crisis es la propia subjetividad? Cuando la catástrofe no es mundial, el mundo sigue girando, pero para una persona algo se detiene, algo eclosiona, algo que no se sabe muy bien qué es, deja de funcionar.
Sin ánimos de spoilear, creo que lo que la serie muestra es que LA cura no existe, pero sí existe y funciona, el pasar de ser el “único normal entre los locos” a estar “un poco loco como los demás”. Arreglos singulares, inventos, un nuevo saber hacer ahí, cada vez.
Al fin y al cabo “todo el mundo es loco” y ” todos quieren salvarse”.
NOTAS
- Extraído del libro de Mónica Boada, “A una réson…Entre álgebra y estilo” Tres Haches. 2023.
Obra de Julieta Cantarelli