Editorial

Editorial

En la primera edición del boletín, la número cero, decidimos recoger el punto vivo de lo que ha sido el pasaje de Instituto a Escuela. Reunido bajo el tema “Formación del analista y Escuela” los textos que dan cuenta de las cuatro intervenciones que tuvieron lugar en las últimas Jornadas del CID Bahía Blanca, en el momento de la conclusión del trabajo como IOM2. Ya en las puertas de la creación de la Antena, la inclusión de una mesa política bajo el título “Una formación agujereada” permitió abordar temas como La Escuela, el análisis y el Pase, el cartel y el control. Todos ellos puntos cruciales para este nuevo tiempo que comienza.

Cada texto de esta edición estará acompañado por otro modo de decir, un lenguaje en sí mismo: la obra de arte. Compartiremos fotos de las esculturas del artista bahiense Juan Valenzuela presentadas en la muestra “vacíos habitados”.

En este número podremos leer lo que nos ha transmitido Oscar Zack en relación a cómo Lacan pensó la escuela en tanto acontecimiento fundacional, señalando con claridad su concepción herética en relación a lo que hasta ese momento se consideraba la dirección de la cura. La escuela, en sus palabras, también se ofrecería como un refugio al malestar “y como un lugar donde se debe formar un estilo de vida”. Concepción novedosa que puede leerse en sintonía con la época. Señala además, que la escuela provoca sobre todo efectos de formación donde todos son excepción.

Por su parte, Débora Rabinovich nos invita a preguntarnos por la orientación del analista. Para ello introduce el dispositivo del pase de una manera clara y precisa, permitiendo al lector cernir de qué se trata “eso” que aparece allí en los fundamentos de la práctica lacaniana. Además en su presentación aparece una preciosa indicación de Miller acerca de lo que el analista desea, algo que quien transmite, articula y a su vez distingue del deseo del analista.

Juan Pablo Mollo escribe sobre el cartel como otro dispositivo de la escuela que también orienta al analista en su formación. Destaca la paradoja por la cual los unos incomparables se juntan, sin que esta cercanía genere la homogeneización propia de las masas. Por el contrario, los efectos de este encuentro son de formación y esto se produce para cada uno de manera singular . Introduce también el cartel como un modo de saber alegre, que queda por fuera de lo que se considera, sobre todo en la actualidad, como un valor de cambio.

Por último, Mariana Li Fraini escribe sobre el control, uno de los tres puntos en los que Freud hizo pivotear el psicoanálisis. Los otros dos son el análisis personal y el estudio de los conceptos. Señala, en su texto, que lo que orienta es poder ubicar lo real que anida en el corazón de la práctica. Sólo así cada caso se podrá leer a partir de un detalle único. No hay recetas, ni técnicas preestablecidas, por lo que el control es uno de los modos de orientarse frente a una garantía del Otro que no hay.

A propósito del tema de esta edición que es el de la formación y la escuela, nos parece importante situar que nadie sabe muy bien de que se trataría el ser del analista. De hecho podemos pensar que es alrededor de ese vacío de significación, que se crea la escuela de orientación lacaniana. Los dispositivos de formación que allí se proponen, tienden a reducir los efectos de segregación y de identificación imaginaria que dentro de los grupos y las sociedades se amplifican y se propagan. La escuela que pensó Lacan, hace existir un imperativo de multiplicidad y de heterogeneidad, que intenta causar el deseo de sus integrantes de producir desde la propia singularidad y desde el propio resto.

Para finalizar es importante señalar lo dicho por Miller, en una conversación con otros analistas, a propósito de la escuela (esta puede leerse en el curso “elucidación de Lacan”). Él allí se detiene sobre un concepto que viene del derecho, la afecttio societatis y que puede traducirse como afecto social. Esta noción figura en los estatutos de la escuela de orientación lacaniana. Nos parece interesante hacer uso de esta referencia en este momento inaugural, como un modo de recordar que existe entre los erizos parlantes que somos una “inclasificable sustancia que se filtra a través de esa diferencia absoluta que cada uno pone en juego en el encuentro con los otros, y es con eso que también hay que intentar inventar un saber hacer ahí, cada vez”. Esperamos en este nuevo inicio, al igual que sitúa Oscar Zack en su texto, poder “preservar nuestro lugar como agentes del discurso analítico tanto en la práctica como en el campo político -social como así también observar el cuidado del afecttio societatis en nuestros lazos.”

Claudia Helena Zito


Obra: Vacíos habitados, de Juan Ignacio Valenzuela

Anterior La Escuela: una brújula para la práctica