“Lo que la clínica con niños enseña al Psicoanálisis” es el modo que elegimos para nombrar esta Edición #1 de nuestro Boletín Decires II, en la que encontrarán tanto escritos surgidos de las actividades de la EOL Antena Bahía Blanca, como producciones espontáneas, bajo un rasgo en común que causó la escritura. La invitación a seguir construyendo este espacio que nos reúne y convoca, desde la apuesta por mantener viva la causa analítica, la causa del deseo, hizo coincidir en la contingencia a varias autoras, que nos invitan a asomarnos a sus palabras y compartir los conceptos, interrogantes, resonancias, que atraviesan lo particular de la clínica con niños y lo que de allí puede desprenderse para pensar la clínica en general.
En el marco de las actividades de la Antena, en las Noches Clínicas, escuchamos la presentación de un caso de Soledad Zazzali con el comentario de Beatriz Udenio, quienes generosamente dispusieron sus lecturas, permitiendo una enriquecedora conversación. Como saldo de este valioso encuentro, contamos con el escrito de Beatriz: “Lo que el psicoanálisis con niños enseña al psicoanálisis”, frase que nos orientó para situar el rasgo común de esta edición. La autora sitúa tres aspectos enseñantes del trabajo con niños. En primer lugar, acerca de los tiempos de estructuración del sujeto; en segundo lugar, sobre la transferencia y su potencia en la clínica, cuyo alcance se verifica en la clínica con niños; por último sobre el saber, que habitualmente no se adjudica a ellos y que es su propia invención. Esta invención no será la misma si se sirve del encuentro con un analista, quien en la apuesta por acompañar los procesos de estructuración y ubicando las coordenadas del momento lógico, interviene con la convicción de que aparezca un sujeto allí. El saber del niño, su invención, es una puerta al saber y a la invención para los psicoanalistas. También nos encontramos con la resonancia de Claudia Helena Zito quien hace hincapié en las intervenciones de la analista, tanto con el niño como con la madre, y la posibilidad allí de hacer entrar al padre, con los efectos que esto produce. Se trataría entonces de “devolverle la dignidad al niño”. Destaca también la importancia de los encuentros clínicos entre analistas, al situar los efectos de la transmisión y de formación que se dan cuando la propuesta es “huir de lo ya sabido”, dando lugar a una conversación, a partir de los interrogantes y resonancias de cada quien.
La primera Noche de Carteles nos reunió bajo la consigna “¿Qué es un cartel?”. En esta ocasión contamos con la presentación del estado de trabajo de un cartel sobre la clínica con niños: “EL niño no existe, EL cartel tampoco.” Las autoras sitúan que “La conversación es la puesta en acto de la desuposición de saber de Uno. […] significa que el otro tiene algo que decir […] La clave es preservar que siempre quede algo por decir, que nadie en su presentación de saber, cierra la boca del otro.” Es necesario un espacio vacío para que se produzca la conversación, un intervalo entre los dichos, entre lo enunciado por cada uno de los participantes, con un margen para el malentendido, en el cual pueda surgir la propia enunciación. En este sentido, la clínica con niños tiene mucho por enseñarnos. “A pesar de que no hay una especialidad, hay una especificidad.”
La reseña de Florencia Marera, sobre la puntuación del curso de Miller “Del síntoma al fantasma. Y retorno” presentada por Vanesa Seitz y Noelia Iparraguirre, nos invita con su recorte preciso y orientado, a recordar y elaborar lo que decanta de cada encuentro. Se trataría de ubicar el pasaje y el movimiento necesarios para que se produzca un análisis, en el cual el deseo del analista ocupa un lugar fundamental.
Bajo la rúbrica Acción lacaniana podemos encontrar el texto de Claudia Helena Zito, “El viento nos amontona”, que da cuenta de la experiencia de psicoanálisis con niños en el ámbito público, en dispositivos grupales, que permiten hacer de lo colectivo un espacio de construcción, allí donde las palabras quedaron arrasadas. La autora nos invita a pensar la diferencia conceptual entre angustia, miedo y fobia y los modos posibles de intervención. Transmite la experiencia en el dispositivo de taller, luego del temporal ocurrido en la ciudad en 2023, dando cuenta de la construcción a la vez grupal y singular, como un modo de empezar a nombrar, con otros, lo imposible de simbolizar cuando los cuerpos son atravesados por lo traumático. Así como también la importancia de establecer una pausa necesaria para la elaboración, ante la irrupción de lo inesperado, intentando no precipitar el momento de concluir.
En esta ocasión contamos también con el recorrido conceptual que nos acercan Soledad Zazzali y Lorena Labastía. Soledad escribe sobre el estatuto del cuerpo en Psicoanálisis, en la clínica con niños y en el autismo, dando cuenta de la construcción necesaria para poder tener un cuerpo y arreglárselas con él. Podemos pensar el encuentro con un analista como aquel que dispone las condiciones de posibilidad para encausar la construcción de arreglos singulares menos sufrientes. Poniendo en conversación estos textos, situamos que el aporte de Lorena permite ubicar cómo la posibilidad de un “buen encuentro” podría cambiar las coordenadas. Refiere a la oportunidad del lugar del analista para ello, quien, abierto a la sorpresa del encuentro con un niño, con su respuesta singular y con la herramienta del amor de transferencia, puede ser “instrumento”.
Bajo la rúbrica Litoral entre psicoanálisis y arte, se encuentra el escrito de Rosaura Etcheverry “La Dora de Cixous. Una puerta cerrada al sentido”, con el comentario de una obra. Establece una articulación entre la experiencia de la joven que “no da lugar a un partenaire que sepa sobre su padecimiento”, más bien lo rechaza, y el estatuto del saber en psicoanálisis, en el cual se apunta a la implicación subjetiva. Nos invita a pensar nuestra práctica, en una época en la cual los “casos rígidos” y los “casos líquidos” demuestran la descreencia en el inconsciente simbólico, y requieren de la versatilidad del analista para estar “a la altura de la época”, ofreciendo las condiciones de posibilidad para que “las Doras de hoy no den un portazo al psicoanálisis”.
Acompañan los escritos las obras de Juan Valenzuela que, con sus detalles, luces y sombras, resuenan con el título y rasgo de los artículos elegidos para esta edición.
Agradecemos especialmente a Beatriz Udenio por su valioso aporte, tanto en el encuentro presencial en la Antena, como en su escrito para este boletín. Su estilo generoso y preciso, permitió la conversación entre analistas y que sus palabras quedaran resonando como efectos de formación. Agradecemos también al artista y a las autoras que generosamente compartieron sus trabajos, para seguir construyendo este espacio común que invitamos a visitar, desde el entusiasmo por la lectura y la escritura en psicoanálisis.
María de los Ángeles Massaro
Obra de Juan Ignacio Valenzuela