Muchas son las aristas que habitan la Obra de Hélène Cixous, “Retrato de Dora”: la denuncia del abuso por parte del Sr.K, su fascinación con la Sra.K, su curiosidad por el saber de las mujeres, la relación ambigua con su padre, entre otras.
Su vínculo con el Dr. Freud y la relación al saber inconsciente es la que captó mi interés.
La autora propone la versión de una joven encriptada, incomprensible, facetada que habla casi sola. Bordeando el sinsentido, su puerta está cerrada a la interpretación, a cualquier desciframiento de sus síntomas. No reclama un partenaire que sepa sobre su padecimiento, más bien rechaza lo que en la transferencia se instala del amor. No se deja engañar.
Esquiva se burla del que pretende ocupar el lugar de sujeto supuesto saber. Cada interpretación del padre del psicoanálisis cae en saco roto o choca con un muro, por momentos violento.
“Saber, saber. Pero nadie sabe nada” ¿qué quiere decir: Saber? ¿es que sé lo que sé, es que lo sé?
Todo no quiere decir nada. Si hubiera un dios…[1]
¿Qué le interesa a la Dora de Cixous? Desenmascarar los goces en juego de los participantes de un teatro en el que ella es protagonista sin implicarse, todos inclusive el de Freud, todos menos el de ella.
A las preguntas insistentes por parte de Freud ¿Y Dora? ¿y usted? ¿y las acciones de Dora? Lejos de responsabilizarse en el drama que relata logrando un desarrollo de verdad, una nada o fastidio como respuesta impiden el lazo al inconsciente simbólico.
Lacan en el seminario 23, en el capítulo “De una falacia que es testimonio de lo real” invita a su auditorio a ir a ver la obra de teatro, dice que Dora no es la mejor histérica del reparto y que Freud está muy incómodo, que se nota en su rendimiento. [2]
Su histeria está incompleta, la histeria clásica es dos, en su discurso el sujeto dividido llama al saber del Otro, para exponer la castración del Amo. El sujeto histérico se sustrae como objeto para descompletar al Otro, rechazando el cuerpo y su goce. El síntoma histérico habla, organizado por lo simbólico, se dirige al Otro como lugar del saber reprimido.
En la obra de teatro, Freud insiste con la interpretación relativa a su deseo reprimido con el Sr. K diciéndole:
-Naturalmente, él no puede ser indiferente a que una joven esté abierta o cerrada. Sabemos qué llave abre en ese caso.
Ella responde: ¡estaba segura de que diría eso!
Freud continúa: ¿jamás tuvo ganas de hacerle un regalo al Sr. K en respuesta? Eso no hubiese sido desubicado.
Dora dice: por supuesto que no. Nunca lo pensé. Desconfié. Temía que entrara a mi habitación mientras me aseaba.
Por último, Freud pregunta: ¿quizás Ud. se arrepintió?
Dora rechaza: por supuesto que no…[3]
Lacan sostuvo en el Seminario 17 que los prejuicios de Freud, sobre todo su orientación por el complejo de Edipo le hizo obstáculo en el tratamiento con Dora.[4] Sin embargo, la diferencia entre las posiciones se sitúa en el lazo transferencial, en el historial Dora consiente al juego analítico y enseña a Freud sus propios límites a través de la transferencia negativa. Pero en la obra no se instala la transferencia, el analista intérprete no tiene lugar, entonces, ¿qué posición de analista para un tratamiento posible cuando el inconsciente es rechazado?
Lacan también la nombra histeria material y en el Seminario 24 dice “…que lo mismo sea lo mismo materialmente. La noción de materia es fundamental en cuanto que ella funda lo mismo.”[5] Ella presenta algo según la vertiente de lo que itera fuera de sentido, un S1 sin S2, a diferencia de la cadena significante en la cual la repetición da lugar al equívoco y la interpretación.
Dora se encuentra abatida y dice:
“Casi muerta de cansancio. Todo lo que hubiera podido ser me agota.
Freud interviene: Si ella hubiera podido hablar…
Y Dora responde: no es mi culpa. Cuando no podemos hablar más, estamos muertos. Si le escribiera una carta sobrehumana, con mi sangre, si le explicara quién podría haber sido, si hubiera podido, si me mirara, si yo le mostrara, las manos en los bolsillos, las cartas enrolladas en mis manos, si le demostrara mi fuerza, mi vida, mi valor ahí mismo donde me quemo, si atrapara su mirada el momento de meterle fuego al agua y sol a la sombra, si le inyectara con este arrepentimiento si lo excitara. Entonces, si lo bajara, si lo aplastara…[6]
Freud insiste por el mismo camino: queda por saber por qué se sintió tan ofendida por los pedidos del Sr.K.
Dora da un portazo con la palabra: Adiós.
Un abismo entre ellos.
La perspectiva feminista de Cixous propone una Dora que, a partir de la denuncia del abuso por parte del Sr.K y el rechazo a la interpretación se libera de la lectura edípica y falocéntrica de Freud, sin embargo, este rechazo del saber inconsciente por la vía del padre impide dar las vueltas necesarias en un tratamiento psicoanalítico, pasar por el sentido ficcional de los síntomas para finalmente constatar lo real de la inexistencia del Otro. Cautiva de un goce que vive como intrusivo y víctima de los Otros, encierra tras su puerta la posibilidad de descubrir, vía el desciframiento, cuál es la singularidad de su goce éxtimo.
Lacan nombra histeria rígida a la representada en la obra de Cixous y pregunta ¿Qué quiere decir en este caso la palabra rigidez?[7] Esto implica que su cadena borromea de registros imaginario, simbólico y real se sostiene sola y no por el nombre del padre como cuarto nudo, es curioso que dibuja el nudo con rectángulos en vez de redondeles. Sin pasar por el saber inconsciente, por la identificación al rasgo de goce, como la histeria clásica, se organiza y sostiene por lo real del cuerpo, acontecimiento de cuerpo producido por la incidencia de lalengua.
Lo que se escribe así en el cuerpo es el silencio, lo fragmentado, lo desarticulado, lo imposible de comunicar por lo que no constituye un discurso. Se sostiene por lo material, es decir el síntoma como tal, separado del sentido, la repetición de goce y no del significante, escritura no para leer.
La obra de Cixous fue presentada en 1976, desde entonces los discursos feministas han cobrado cada vez más consistencia obteniendo logros muy valiosos a nivel social y al mismo tiempo produciendo nuevas subjetividades. En la época actual cada vez más se presentan casos rígidos como también líquidos, descreencia en el inconsciente simbólico. Si queremos estar a la altura de la época el desafío será saber operar con estas nuevas materialidades impactando en el goce con la palabra y el acto sin la interpretación por el sentido edípico y la significación fálica. Elegir el camino de la significación vacía efecto de la interpretación chistosa, la jaculación, cierta poesía [8] apuntando a la singularidad, dando lugar a que aparezca otro goce en el cuerpo, vivificante, para que las Doras de hoy no den un portazo al psicoanálisis.
NOTAS
- Retrato de Dora. Hélène Cixous. Ed. Las Furias p.51
- Lacan, J. Seminario 23. Ed. Paidós p.103
- Retrato de Dora. Hélène Cixous. Ed. Las Furias p.44
- Lacan, J. Seminario 17 Ed. Paidós p.99
- Retrato de Dora. Hélène Cixous. Ed. Las Furias p.63
- Lacan, J. Seminario 24. Inédito p.14
- Lacan, J. Seminario 23. Ed. Paidós p.104
- Indart, J.C. y otros. Significación vacía en la interpretación y la transferencia. Ed Gramma.
Las voces de Dora
(extracción de las acotaciones de la obra)
Una voz que rompe el silencio-tono entre amenaza y demanda.
Su tono se vuelve cariñoso
de golpe se acerca a su oído
voz de lejos
voz despierta
con voz soñadora
después bruscamente amenazante
sigue siempre en la violencia y en la denegación
relatos fantaseados-como si la ensoñación se la llevara, soñara
fuera de sí misma
gritos
silencio
susurra precipitadamente
lo no dicho, perdido, en el cuerpo, entre los cuerpos
susurra
abrupto regreso a la voz normal
(un tiempo)
un silencio
con una voz al mismo tiempo clara y letárgica
siguió inmediatamente en un tono muy bajo, pero brusco con explosiones violentas
casi inaudible
voz entrecortada y dolorosa
ella grita,
luego voz de niña
áspera, sibilante
relato sin aliento y doloroso
busca, se da vuelta, no dice
sospechosa
angustiada
despectiva
harta
irónica
cortante
silencio
murmurante
jadeante
ella lo imita
ella explota de risa
voz lenta y somnolienta
ella sale ruidosamente
en voz que cae sobre Freud desde muy alto, desde muy lejos
Voz que canta en fragmentos afilados
interrumpe y silba como una bala
Rosaura Etcheverry
Obra de Juan Ignacio Valenzuela