1- Introducción
Me interesa en este trabajo desarrollar brevemente el modo en que Lacan, a la altura del Seminario 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis trabaja la noción de pulsión, a través de la cual reintroduce de un modo inédito, aunque no definitivo, la relación entre la satisfacción, el cuerpo y el Otro.
Lacan presenta, a cierta altura del seminario, la paradoja que existe en torno a la satisfacción y que conviene no perder de vista al recibir a un sujeto aquejado por un síntoma:
“Es evidente que la gente con la que tratamos, los pacientes, no están satisfechos, como se dice, con lo que son. Y, no obstante, sabemos que todo lo que ellos son, lo que viven, aún sus síntomas, tiene que ver con la satisfacción. Satisfacen algo que sin duda va en contra de lo que podría satisfacerlos, lo satisfacen en el sentido de que cumplen con lo que ese algo exige. No se contentan con su estado, pero aun así, en ese estado de tan poco contento, se contentan. El asunto está justamente en saber qué es ese se que queda allí contentado (…) Digamos que, para una satisfacción de esta índole, penan demasiado. Hasta cierto punto este penar de más es la única justificación de nuestra intervención. (…) Los analistas nos metemos en el asunto en la medida en que creemos que hay otras vías, más cortas, por ejemplo. En todo caso, nos referimos a la pulsión justamente porque el estado de satisfacción se ha de rectificar a nivel de la pulsión”[1].
Esta indicación presentada casi a modo de trabalenguas y que tiene dos vertientes indisolubles, ética y clínica, abre una vez más a la cuestión de cómo en el dispositivo analítico, dispositivo hecho de palabras, es posible tocar algo del orden de la satisfacción. Lo que nos lleva en este seminario a indagar la relación entre el Otro y la pulsión en tanto esta relación se despliega en el campo de la transferencia. Siendo en este seminario, la transferencia y la pulsión, dos de los conceptos a ubicar en los fundamentos del psicoanálisis.
Al retomar aquí, respecto de la pulsión, el montaje propuesto por Freud en su texto Pulsiones y destinos de pulsión, Lacan introduce de un modo novedoso en su enseñanza la problemática del cuerpo y su goce, así como la relación de ambos con el campo del Otro.
Si en tiempos previos, la pulsión como demanda articulada en un enunciado gramatical ponía de relieve su estatuto significante, aquí estará fundamentalmente planteada en relación al cuerpo y su satisfacción.
La pregunta que se abre entonces es si dicha satisfacción es con o sin el Otro.
2- El fundamento autoerótico
Al desmontar la pulsión freudiana, Lacan pone de relieve su dimensión de trayecto en forma de circuito, de vaivén, en el cual el cuerpo – donde se conjugan fuente y meta – se presenta como el lugar de la satisfacción, retomando la imagen de la boca besándose a sí misma – “boca flechada”[2]– como el modelo del autoerotismo. Dicha satisfacción se localiza, entonces en los bordes del cuerpo, cuerpo designado aquí como aparejo, recortado en las zonas erógenas y en cierta analogía con “la estructura de hiancia característica del inconsciente”[3]. Si bien esta dimensión autoerótica de la pulsión parece dejar por fuera al Otro, cabe considerar si éste no está implicado ya en esa operación por la cual el cuerpo recortado en sus bordes deviene aparejo, circunscribiendo una satisfacción allí.
Llegados a este punto, podemos retomar aquí la pregunta formulada por J.-A. Miller en una conferencia pronunciada en 1989 cuando dice que una vez que tenemos el concepto de pulsión, en tanto que autoerótica, de lo que se trata es de saber “por qué el sujeto ha de entrar en las dificultades de la relación con el Otro” [4]
3- El fundamento aloerótico
En el capítulo La pulsión parcial y su circuito, luego de ubicar la dimensión autoerótica de la satisfacción pulsional vinculada al cuerpo, Lacan dice: “En todo caso, hay algo que nos obliga a distinguir esta satisfacción del puro y simple autoerotismo de la zona erógena”[5]. Es decir que para él no sería lo mismo la satisfacción de la pulsión que el autoerotismo vinculado a la zona erógena. Es allí que introducirá el objeto a como aquello que hará de la satisfacción pulsional algo que no será un puro autoerotismo. El objeto a como vacío, hueco, “objeto eternamente faltante”[6] será aquello a lo que en su trayecto contorneará la pulsión permitiendo el retorno del circuito al cuerpo.
Es la introducción de este objeto lo que le permite a Lacan ubicar, además de la dimensión autoerótica, el fundamento aloerótico de la pulsión al decir que es a través de todo este montaje en el que ella consiste – en tanto que movimiento circular de empuje desde el borde erógeno, que retorna a él después de haber girado en torno al objeto a – que “el sujeto llega a alcanzar la dimensión propiamente dicha del Otro con mayúscula”[7]. El trayecto pulsional nos dice Lacan entonces, tiene por misión “ir en busca de algo que, cada vez, responde en el Otro”[8], haciendo de este trayecto, un movimiento de llamado.
Es el objeto a aquello en lo que va en busca la pulsión, en el Otro. Pero para que ese Otro pueda contener algo distinto de él, es decir, distinto del significante, es condición, nos dice Miller, que lo consideremos inconsistente. Su consistencia será dada por ese goce que en tanto evacuado del cuerpo y localizado en el objeto, es restituido al él. “Se trata de reintroducir … en el Otro el goce evacuado, que en su evacuación misma constituye el campo del Otro”[9], punto de extimidad. La pulsión, entonces, en su movimiento extraerá del Otro el objeto y lo llevará a lo que en el final del trayecto devendrá el campo del sujeto.
A esta altura se hace necesario precisar el estatuto Jano del objeto a: por un lado, como agujero, goce evacuado, y, por otro lado, su estatuto de sustancia, de encarnadura que más adelante Lacan ubicará en tanto efecto del significante, como plus de gozar. Su cara vacía y su cara plena.
Es en la actividad pulsional – leída por Lacan en la gramática que propone Freud, de modo circular, bajo el modo del “hacerse”[10] – que se presenta el movimiento heteroerótico por el cual se “instrumentaliza al Otro para servir a las finalidades de la pulsión”[11]mostrando “el carácter básicamente masoquista de toda pulsión, llamando masoquismo, en este caso, a hacer que el Otro se mueva en beneficio del propio goce de uno” [12]. Finalmente podemos considerar la pulsión como autoheteroerótica [13]en la medida en que implica la obtención de un goce autoerótico a través de un objeto hétero, es decir, proveniente del Otro.
Miller lo presenta retomando la imagen freudiana: “Como la boca no puede besarse a sí misma, necesita un objeto para lograr este autoerotismo. De esta manera, los objetos, los que se suele llamar el objeto oral, encarnándose en la comida, en el seno, etc., no son sino un medio para obtener el efecto autochuparse“[14]
Si la transferencia no sólo pone en juego la dimensión del saber sino también la de la satisfacción pulsional velada en el amor que allí se despliega, se tratará para el analista – como en la fábula del restaurante chino a la que Lacan hace referencia al final del seminario – de soportar no sólo la función de Tiresias sino que es preciso también que tenga tetas haciéndose, en tanto semblante de objeto, partenaire del sujeto en el circuito libidinal para así obtener en el final un nuevo arreglo con la satisfacción.
4- No toda la satisfacción, pulsional
La perspectiva presentada por Lacan a la altura de este seminario deja aún sin considerar – será más adelante en su enseñanza, a partir de plantear que se goza de Un-cuerpo – aquella otra satisfacción, la que no ha entrado por los carriles del objeto, y por lo tanto de la castración, aquella que no se desprende ni se elabora a partir del lenguaje, que no llama a ningún Otro ni se localiza en un recorte del cuerpo, sino más bien en su conjunto, lo que no quiere decir en su totalidad.
Esa satisfacción cuyo régimen al decir de Miller hay que encontrar por el sesgo de lo que Lacan llamó el goce femenino. Goce fuera de lo simbólico, por lo tanto, indecible, fuera del Edipo, deslocalizado, “puro acontecimiento del cuerpo” .[15]
BIBLIOGRAFÍA
- Lacan, J. El Seminario, Libro 11. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Ed. Paidós.
Subversión del sujeto y dialéctica del deseo. Escritos 2. Ed. Paidós - Miller, J.-A. Conferencias porteñas. Ed. Paidós
Extimidad. Ed. Paidós
El Otro que no existe y sus comités de ética. Ed. Paidós
El Ser y el Uno. Inédito.Ç
El lenguaje aparato del goce. Los seis paradigmas del goce. Colección Diva. - Salman, S. El peso de lo real en la construcción del cuerpo hablante.
NOTAS
- Lacan, Jacques: El Seminario. Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, p. 173 y 174.
- Ibid, p. 186
- Ibid, p. 183
- Miller, J.- A.: Conferencias porteñas, Tomo II, p. 62
- Lacan, Jacques: El Seminario. Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, p. 187
- Ibid, p. 187
- Ibid, p. 201
- Ibid, p. 203
- Miller, J.- A.: Extimidad – Los cursos psicoanalíticos de Jacques-Alain Miller, p. 330
- Lacan, Jacques: El Seminario. Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, p 202
- Miller, J.-A.: Tres conferencias brasileñas. Tercera conferencia: El amor sintomático. En El síntoma charlatán, p. 44
- Ibid, p. 45
- Ibid, p. 47
- Ibid, p. 46
- Miller, J.-A.: El ser y el Uno, clase del 2 de marzo de 2001. Inédito.
Obra de Julieta Cantarelli